Cuando armaba el regreso del viaje después de recorrer toda la costa oeste de EEUU, una gran decisión de costo y tiempo fue la vuelta final.
Dejar el auto que había recogido en Los Angeles en otro estado, tenía una penalidad de 800 a 1000 dólares. De ninguna manera.
Otra era devolverlo en San Francisco, ya sin penalidad, pero que implicaba sacar un aéreo más, con valija extra y horarios no coordinados, que implicaban un par de horas adicionales en el aeropuerto. Unos 400 dólares
Por eso definí finalmente manejar desde San Francisco hasta el aeropuerto de Los Angeles. Son unas 6 horas, con un paisaje que ya conocía, pero el ahorro económico me tentó.
En este tramo descubrí una parada con unas vistas en Interestatal 5, muy interesantes, que realmente valio la pena.
Cruzar nuevamente las montañas al norte de Los Angeles, fue toda una experiencia. Son de las subidas suaves más largas que he hecho y además, el trafico en un tramo va al revés, porque las pendientes lo favorecían (aunque se ve a lo lejos).
Pasando por Santa Mónica fue el peor tramo de trafico, pero Waze no defraudó y llegué con el tiempo adecuado.
Luego de devolver el auto, me dirigí a la terminal donde en Latam, me atendieron muy correctamente y rápido, dado que tenía asiento en Premium Business.
El aeropuerto es entretenido y con muchos comercios, pero me fui al Lounge de Qantas, que es el compartido por Latam.
Lo primero que pedí fue el acceso a las duchas. Fue inmediato y acompañado por personal, super amable preguntando si me hacía falta algo en particular. Es de las mejores cosas que se pueden hacer después de todo el día disfrutando o viajando, para encarar un vuelo nocturno.
Renovado, recorrí un poco. Es muy amplio, con muchas opciones de comida, de las habituales, pero siempre presentes. Lleno de gente, no es ruidoso, seguramente por buena elección de materiales.
Lo que más me sorprendió, es la buena onda general. En el pico de gente, salieron primero carros con pizzas (espectaculares), ofreciendo a viva voz (sin molestar) e invitando a consumirlas, ya que estaban recién horneadas.
Al rato, aparecieron los tacos. Ya los pasé por alto, pero me encantó que le quitaran la falsa solemnidad que tienen la mayoría. Creo que es parte de misma amabilidad australiana que disfruté muchos años atrás.
El mejor lounge que visité hasta hoy, pero por servicio y desconstracturado.
Cuando finalmente me tuve que dirigir al avión, un 787, a nuestro lado estaba un 380 de China Southern Airlines, que siempre me impacta por tamaño, pero que realmente no luce nada con el livery para mi gusto.
Cada vez que puedo optar por el 787, lo hago. Disfruto de los detalles del avión y en la cabina Premium Business de Latam, entre las opciones a mi alcance (millas en este caso), ni lo dudo.
De la cena opté por una sopa de champignones y queso brie de entrada y una ensalada de langostinos marinados. No por light, sino por lo que venía ya comiendo. Postre, helado si hay disponible, de Häagen Dazs en este caso. Vino tinto, opté con un Catena y agrego, los brasileros no hacen buenos champagnes. Por más que quieran poner algo de cada país principal de la línea, los vinos no son el fuerte del país vecino.
Siempre alguna película y a dormir luego.
La llegada a Lima me regaló unas vistas hermosas de la cordillera sobrepasando las nubes.
Al bajar crucé el famoso A319 en el que viajó el Papa en su visita a Chile. Sigue ploteado.
La escala de 4 horas tiene el problema que Latam no tiene salón propio. Ya había probado a la ida el cupón para usar en algunos restaurantes, por lo que opté ir al Lounge de Priority Pass.
Lamentablemente estaba a full. Cola para entrar (aunque no tardé tanto). Muy chico, desesperados todos por ver algún partido del mundial que ni recuerdo, preferí encontrar una mesa en un pequeño patio.
La atención al menos era esmerada, aunque la infraestructura insuficiente (el wifi andaba mal incluso). Recordaré mi visita por probar la Inca Kola. Nunca más.
El último tramo fue en 767, como en todos los anteriores, en el asiento 1A, lo que dudo volver a repetir tan fácilmente.
Para ir llegando a casa, elegí un asado de tira al Malbec. Mas bien hecho en cocción lenta y la verdad, sabroso. El cheesecake no tanto.
Llegué al atardecer de Buenos Aires, y había tan poca gente en Ezeiza, que ni siquiera tenía sentido usar el nuevo sistema de migraciones. Para la próxima.
Todo funcionó bien. Disfruté un excelente lounge a la partida. La escala en Lima volvió a ser opaca.
La elección de la forma de volver me resultó. Fue el cierre de un hermoso viaje. Y ahorré muchos dólares para seguir en el próximo