Vannes era uno de los puntos a tocar desde Nantes. Pero esta ciudad me gustó tanto que pasó a ser algo más de pasada hacia Quimper (el próximo alojamiento) y me quedaron pendientes cosas fundamentales para recorrer pero que llevan tiempo.
No obstante, la visita a la ciudad me encantó. Empecé a saborear la real gastronomía bretona y en su pequeño centro medieval y las casas entramadas en madera.
Aun conserva un sector importante de muralla (Rampart), el más importante se encuentra muy fácilmente y hay que visitarlo si o si. Tiene unos jardines que invitan a ser fotografiados de todo angulo, que se alimentan del Marle, que pasa por ahí en su camino al Golfo de Morbihan
Las Puertas de las murallas son totalmente diferentes entre sí.
Las plazas internas son activos centros comerciales que respetan sus fachadas antiguas.
También dentro de las murallas está la Catedral de Saint Pierre, muy sencilla y rápida de recorrer.
Una de las caminatas que más disfruté es el Puerto deportivo, una larga y estrecha lengua de agua, que queda aislada del Golfo por la amplitud de marea.
Lo que me quedo realmente pendiente fue realizar un paseo en barco por el Golfo de Morbihan, pero la partida era lejos del centro y los horarios no se acomodaban a mi visita. La empresa que mejores recomendaciones tiene es Compagnie du Golfe. Se pueden hacer viajes sin paradas o con hasta dos, en las islas principales del golfo. Es de mínimo 3 horas.
También camino a Quimper están los Menhires de Carnac, que también tuve que dejar de lado, por lo que son varias excusas para armar una vuelta.
La gastronomía es parte fundamental de conocer Bretaña, como ya lo había visto en Nantes, pero acá me crucé con una cadena que vende en forma directa conservas de todos los estilos y gustos. Siempre se puede degustar algo y cuando lo hagan, van a quedar fascinados con el sabor de sus preparaciones, untables o no. La Belle Iloise se llama.
Vannes es una hermosa parada y si vas a recorrer el golfo, una buena base