Vancouver está en una zona geográfica muy bella, una mezcla de montañas, mar y rio, con una gran diversidad de culturas e inmigración, muy alto nivel de vida (y costosa) y muy baja criminalidad.
Sin embargo, como resumen general, no me gustó.
Todos esos aspectos positivos no los terminé sintiendo en mi visita, ya que en lugar de sentirla rica y hermosa, la viví distante y poco abierta al visitante.
Creo que parte pasó por tener altas expectativas de la ciudad, por pensar que la diversidad cultural enriquece naturalmente a la belleza natural.
En mi experiencia, hay poca tolerancia al que por ser de afuera, no conoce exactamente sus costumbres. Es como si estuvieran alertas a cualquier disrupción que resultara hostil a su forma de vida.
Tampoco sentí que la diversidad cultural se plasmara en la ciudad, ni en la arquitectura ni la historia, que a mi gusto, tiene poca, al ser extremadamente moderna es su urbanismo.
Quizás, llegando con menores expectativas, se puede disfrutar más, y por eso, es que ahora paso a contarles mi experiencia.
Granville Island
Esta fue la quizás la más agradable sorpresa. Es una isla que está llegando al downtown desde el sur que supo ser industrial y que hoy se ha transformado su zona costera en un animadísimo mercado (supongo que hay que evitar los fines de semana por la cantidad de gente que vi en día de semana).
En el mercado se encuentra todo tipo de productos locales, para comer en el momento o para llevar. Realmente variado, con mucho color. Como quisiera disfrutar más a menudo por nuestro país.
Se conjuga con un puerto deportivo, donde hasta se puede pasar por talleres de mantenimiento de barcos. Resulto extraño meterse en medio de zonas de trabajo pero con prudencia todo se puede.
Obviamente, hay muchas galerías de arte y comercios de venta de todo tipo de productos. Muy lindo para pasear.
Hay un sector de casas flotantes como si fuera un pequeño barrio cerrado, que se puede ver desde la orilla perfectamente. Me hubiera encantado poder entrar a una para verla por dentro.
Downtown
Fue mi mayor decepción. No porque no me guste la arquitectura moderna, pero no la sentí viva. Hay muchos comercios claramente y se mezclan edificios de oficinas y vivienda. Se ve mucha juventud, que supongo estará relacionada con gente que recién comienza su vida laboral en rubros empresarios de buen ingreso.
Canada Place es un enorme complejo sobre el agua que simula un barco. Es en parte terminal de cruceros, una de las actividades principales en términos de visitas.
Lo más entretenido de ver y que no me dejó de enamorar fueron los hidroaviones. Hay una terminal ahí mismo que tiene mucho movimiento, ya que no solo sirve para viajes de placer (se pueden hacer viajes alrededor de la ciudad, donde vale el despegue y acuatizaje), sino también para conectar con muchas localidades cercanas, situadas en islas, como Victoria, capital de la Columbia Británica, situada en la isla de Vancouver. Evidentemente es un medio muy usado por los locales también.
La vista hacia la otra orilla permite ver el sector norte, muy residencial, pero también con algunos sectores portuarios industriales. Es uno de los principales de la costa oeste.
Parque Stanley
Pegado al centro se encuentra este enorme parque en una península. Tiene más de 400 hectáreas y es uno de los parques urbanos más grandes del mundo.
Lo usé como la forma más barata de estacionar el auto (es bastante cerca del centro y mucho más barata que las cocheras del centro).
Se lo puede visitar caminando por la senda que rodea todas sus orillas. Su forma irregular permite ir cambiando las vistas de la ciudad. Ideal es contar con una bicicleta ya que es bastante extenso. Es fácil encontrar lugares de alquiler aunque no me parecieron económicos.
Uno de los primeros sectores que se cruzan es una colección de postes aborígenes.
Se pasa por un faro a la entrada del puerto, un cañón bastante protegido que habrá servido de defensa en alguna época, por el puente Lions Gate que lleva al Cañón de Capilano con su puente colgante (que no visité)
Hay un lugar particular, llamado Siwash Rock, que es un pequeño islote, separado por agua del parque, con un árbol en su parte superior. No se puede cruzar pero es muy fotogénico.
También tiene una estatua que uno piensa enseguida que es una sirenita, pero es una bañista que celebra la unión de la ciudad con el agua.
Luego llegan las playas y empieza a rodearse hacia el lado sur. Hay algunos barcitos aun fuera de temporada para comer algo y seguir.
Aproveché para comenzar a cruzar el parque. Ahí comienza a parecerse a un bosque, bastante cerrado en vegetación, con algunas sequoias, pero no tan magníficamente altas como las descriptas en este post http://raspandoelmapa.com/2018/11/19/mendocino-y-las-sequoias/
De todas formas, los senderos son muy claros y fáciles de seguir. Permite llegar nuevamente a la ciudad, pasando antes por la laguna de los castores, donde vuelve a verse la silueta de los edificios.
En la zona más cercana al centro, llegando al estacionamiento donde había dejado el auto, además de otro de los bares, hay un hermoso jardín de rosas. Pegado ahí, ese día había un festival de música.
Es un pequeño barrio, con construcciones de finales del siglo 19, que en sus comienzos era el centro comercial de la ciudad.
Hoy es uno de los preferidos del turismo, por su cercanía al puerto de cruceros y centro comercial.
Es una combinación de restaurantes de moda, galerías, lugares de diseño y tiendas de baratijas turísticas.
Una de sus peculiaridades es un reloj a vapor que funciona por el vapor de la cañerías de calefacción. Silba a las horas (no lo escuché) y si bien parece antiguo, fue instalado en 1977.
La zona es la más animada por las noches
Acuario
Dentro del parque Stanley, está el acuario.
Es uno de los más renombrados del mundo, pero definitivamente, no me entusiasmó demasiado. Si bien hay algunas cosas fantásticas, las medusas, también vi algunos animales con comportamientos que me recordaban que la falta de espacio les hace cambiar su comportamiento normal. He visto algunos en Disney que se veían mejor cuidados. Sensaciones mezcladas me produjo.
Alrededores
No llegué a ir a la zona norte más que al parque del Monte Seymour, donde pude aprovechar para hacer algo de senderismo pero que la neblina me impedía ver la ciudad desde lo alto. Los bosques son muy agradables y con buen tiempo pueden ser una alternativa más válida.
Hay otros destinos cercanos (Victoria quedará para otro post) y con algo más tiempo, se puede dedicar más a las bellezas naturales cercanas. No era parte de este viaje, y con planificación adecuada, no los descarto en el futuro.
Conclusión
Jamás diría que Vancouver es una ciudad que no vale la pena. Para mi análisis, es que la tenía sobrevalorada en mis expectativas y las experiencias previa en Portland y posterior en Seattle, fueron mucho más sorprendentes, amenas y genuinas.
Es un enclave geográficamente hermoso, pero falto de identidad como ciudad. Espero que las fotos les permitan sacar conclusiones propias o ir mejor preparados. Para mí, la relación precio-disfrute fue mala. Tómenlo en cuenta para ajustar su visita.
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