Quimper es una pequeña ciudad de Bretaña, capital de Departamento de Finistere, o fin del mundo, derivando además su nombre del bretón kemper que significa “confluencia”, por los dos ríos que se unen en este valle.
Ya con esto casi se describe todo lo que hay para recorrer: dos ríos sobre la ciudad, pequeñas montañas en los alrededores y ser base para ir a la costa para llegar al punto más occidental de Francia.
Su Catedral (St Corentin) está dedicada a quien fundara Bretaña luego de la caída del Imperio Romano. De todas formas, su construcción es mucho más próxima. Fue comenzada en el siglo XIII y terminada en el siglo XV, pero sus torres se adicionaron en el siglo XIX.
Su interior es sobrio por los saqueos posteriores a la Revolución Francesa, que no fueron repuestos.
Tiene un ambiente muy tranquilo. Su centro histórico, contenido por una muralla medieval que se mantiene parcialmente en pie, conserva construcciones de casas entramadas en madera.
Jardin de la Retraite
Uno de los rincones más lindos de ese centro histórico es el Jardín de Retiro (Jardin de la Retraite), donde realmente se siente más tranquilidad aun, con rincones para sentarse y dejar pasar el tiempo, en medio de coquetos canteros, aunque sin exagerar en prolijidad como acostumbran los paisajismos franceses.
Museo de Bellas Artes
A la mañana siguiente, estaba tentado por visitar el Museo de Bellas Artes, bien calificado en mi guía. Al ir un sábado minutos después de la apertura, me sentí privilegiado al estar solo aunque un poco vigilado, ya que todos los de seguridad me seguían.
En un edificio antiguo con alas modernas que no desentonan, está dedicado a artistas de la región principalmente, bastante nutrido.
Hay una reproducción antigua de la Mona Lisa, que incluso dicen se trato de usar para reemplazarla durante su robo del Louvre. Tiene las columnas que tenía la original en la antigüedad. Lo más llamativo es poder verla mezclada entre tantas obras, solitaria.
Recorriendo Quimper
La gastronomía de la región se nota en las creperías y chocolates llevados a niveles grandiosos.
Las orillas de ambos ríos son protagonistas. El Odet, el principal, tiene en su sector más céntrico, una serie de puentes peatonales, muy seguidos y llenos de flores, que invita a la foto permanente y que permite hacerlas sin esperar turno. Cada uno cuenta con su lugar.
El Steir, afluente del Odet, tiene muelles y regulaciones de caudal, que hoy sirven para terrazas de bares y espejos artificiales de agua, que agregan un aire natural a este sector del centro.
Quimper es una linda visita de poco más de medio día recorriendo Bretaña. Es una buena base seguir disfrutando la región, donde lo mejor aún, está por venir.