Todos tenemos grandes ciudades favoritas, que en una primera visita a Europa o EEUU casi no se nos ocurre no visitarlas. Nueva York, Boston, Chicago, Londres, París, Roma, Berlín o Madrid podrían estar en esa lista rápida. Pero dependiendo de como uno organice los traslados, a veces podemos incluir algunas ciudades más pequeñas y menos renombradas, que en esta sección mi intención a ayudarte a conocerlas.
Uno de los países que más me ha impactado en todo sentido es Alemania. Lamento no haber llegado a conocerla antes de la reunificación, o apenas sucedida. Pero hay lugares que te dan pistas de los cambios.
La primera vez que la visité fue en 2011 en mi único “Full Train-trip”, que arrancó en Praga y terminó en Londres. De Praga camino a Berlín, muchos pasan el día por Dresden. Incluso algunos la hacen por el día haciendo un ida y vuelta rápido desde cualquiera de estas dos. Yo de entrada decidí hacer un par de noches ahí, aprovechando un muy buen precio en un hotel que recién abría y por lo tanto, sus tarifas trataban de atraer a sus nuevos visitantes.
Dresden es conocida como la joya del Elba, por el río que la atraviesa. De un lado, el más visitado en esas paradas cortas, quedan muchos de los puntos turísticos, pero del otro, hay recovecos y situaciones que vale la pena recorrer.
Fue sede del soberano de Sajonia en el siglo 15 y de esa época quedaron muchos edificios y tesoros.
Pero en la Segunda Guerra Mundial, aun sin muchas explicaciones consistentes, fue arrasada por un bombardeo aliado en febrero de 1945. No era un centro industrial ni militar que justificara bajo ningún aspecto semejante ataque.
Quedó desvastada
Luego, quedó en lo que sería durante décadas República Democrática Alemana o Alemania Oriental.
Muchos de esos monumentos y tesoros quedaron sin restaurar. Su principal plaza, a unas pocas cuadras de la estación de trenes comenzó a trastocarse en edificios de hormigón de clara inspiración soviética, incluyendo el Palacio de la cultura (Kulturpalast Dresden). Otros quedaron totalmente condenados a un ostracismo de décadas.
Llegó la reunificación alemana. Y había que revivir esta ciudad histórica.
Reconstruyeron su principal iglesia, FrauenKirche, con los mismos elementos que Alemania Oriental había dejado derrumbados como monumento para mostrar la barbarie aliada. Eso termino en 1995 (6 años después de la reunificación, para que tengan dimensión de la velocidad de la tarea)
Volvieron a renacer esas demostraciones que iban contra los conceptos que sostenían los anteriores gobernantes. Restauraciones paulatinas pero continuas. Todo esto pasó en esos primeros 25 años de reunificación. Trabajo imposible de imaginar sin una monumental tarea de planificación.
Y reaparecieron los visitantes, primero alemanes seguramente. Pero tímidamente los extranjeros. Y lo que pude vivir en los lugares menos turísticos fue ese cierto temor y recelo de aquellos que se criaron en un ambiente comunista y de pronto, tuvieron que aprender que el capitalismo había cambiado sus vidas (viste Good Bye Lenin, es una comedia que retrata el impacto de ese cambio).
Personas de 40 años, habían pasado su adolescencia con unas creencias que de golpe les habían cambiado totalmente, en forma arrasadora. Mucho de los más jóvenes se habían mudado a la parte occidental. Pensá que cuanto mayor es la persona, más difícil es un cambio cultural tan drástico, más allá de su deseo. No lo había experimentado nunca! Si tantos años después lo podía palpar, lo que debe haber sido más cercano a la caída.
Y parte de la ventaja de esta ciudad para ver estos cambios es su tamaño mucho menor a otras y en cierta forma que aun había estado fuera de los circuitos turísticos.
Además de los lugares más reconocidos como el Neuemarkt, centro histórico totalmente reconstruido y de estilo barroco, la Semperoper, el viejo teatro de ópera, el Zwinger, un palacio barroco para fiestas, la Kreuzkirche o Iglesia de la Cruz, el Albertinum, museo de arte y la RezidenSchloss con su Grünes Gewölbe (residencia de los reyes sajones, con Museo de la Bóveda Verde, que como leí en mi guía, es una versión de la cueva de Aladino, pude ver tranquilo como habían aggiornado del otro lado del río viejos edificios.
Para los que aman los autos, está la fábrica de Bentley y Phaeton, que se puede visitar desde el hall, ya que es totalmente vidriada. Se llama Gläserne Manufaktur.
Y siempre que visiten un museo europeo, piensen que en el esfuerzo que hubo en preservar durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial las piezas que hoy los siguen adornando (no pienso por ello que algunos no dejen de pertenecer a sus lugares de origen) o en restaurar esos edificios a su esplendor original.
Volví a visitarla en 2013, yendo de Viena a Berlín. Hice una escala para comer y caminar rápidamente por esas calles que me habían enamorado. Pero en ese momento, Dresden transmitía cierto miedo, ya que el Elba estaba tremendamente crecido y sus costas estaban preparadas para evitar inundaciones o evacuadas. Por suerte, esa vez no paso a mayores.
Es una ciudad espectacular floreciendo nuevamente, que merece un tiempo. Conocer sus tesoros. Ir por el lugar menos transitado. Sabés lo que es a la noche recorrerla solo, cuando los visitantes por el día volvieron a sus hoteles en otras ciudades? Ese es un placer único.
Se va soltando el escritor
feliz de que tengas este blog que tanto ayuda a organizar el viaje!
Igual vos tenes acceso privilegiado a informacion confidencial!!! Gracias amiga