Terminaba de ver Marseille por Netflix, cuya segunda temporada es mejor aunque pueden vivir sin verla, y Gerard Depardieu menciona su bella Marsella, hecha de mil colores y mil orígenes, que hay que amarla por lo que es y no por cómo queremos que sea. Es una amante difícil, inflexible. Es una definición cuasi perfecta.
Mi llegada fue desde Cassis, habiendo pasado la noche anterior más profundo en la Provence. Le dejé una noche, para recorrerla en dos medios días, ya que no tenía previsto entrar a ningún museo en particular.
Me alojé en un hotel que me resultó muy cómodo y moderno frente a la estación de trenes y que me dejaba a 15 minutos caminando al puerto viejo, estrella de la ciudad.
Para llegar al puerto, recorría en parte La Canabiere, el principal boulevard de la ciudad.
Puerto Viejo
El Vieux Port de Marsella es hoy quien domina la atracción turística. Esta bahía natural fue desde el comienzo la principal puerta del Mediterráneo para la región. Es la razón de la cantidad de culturas, religiones y conexiones con las colonias francesas que se juntan en la ciudad.
Hoy es un puerto deportivo, con un hermoso y cercano desfile de cruceros, veleros y lanchas. Se puede cruzar de una orilla a la otra en barcos (cosa que no hice).
De su lado derecho hay tiendas importantes, como Galeries Lafayette, el ayuntamiento, y en la punta, casi en el mar, uno de los fuertes que flanquean la entrada, Fort St Jean.
Enseguida cuando se llega se distingue la Catedral La Mayor (su nombre completo es Catedral Basílica Santa María La Mayor). No solo su ubicación tiene que ver con la ciudad, al estar junto al viejo puerto, sino que su estilo románico-bizantino es distinto a lo que se encuentra en el resto de Francia.
Mas allá esta el puerto nuevo, donde se encuentran muchos cruceros (es una parada habitual) y zonas de nuevo desarrollo, incluyendo un moderno shopping (visitado por supuesto)
En la otra orilla hay numerosos bares que se mezclan con la Opera y comercios, que le dan una vida, estrictamente peatonal, relajada y bulliciosa.
Fort St Jean
Hoy el fuerte es parte del Museo de las Civilizaciones.
Este museo está dedicado a la historia de las civilizaciones del Mediterráneo. Es interesante, bastante antropológico, con muestras variadas.
Me interesó mucho el edificio, que es protagonista tanto como la colección. A su costado estaba amarrado un enorme catamarán así como unos chicos jugaban saltando desde las rocas. Los extremos de la ciudad se juntaban ahí mismo.
El museo se conecta con el fuerte a través de un puente, y cuando llegás, hay unos jardines que nos recuerdan que la ciudad también pertenece a la Provence.
Desde él se aprecia el puerto, con más altura y con el fondo de la ciudad. Otra vista maravillosa del mismo.
Justo en la otra orilla hay otro fuerte, el Saint Nicholas. Y por debajo de ambos, hay un túnel para los vehículos.
Notre Dame de la Garde
Marsella tiene su guarda y es esta enorme imagen, grotescamente desproporcionada para la basílica en sí.
Visible de todos lados, por estar en lo alto de una colina, con un color dorado, que a la noche queda iluminado y hasta sirve para ubicarse en la ciudad.
Hasta su base se puede llegar en auto, esperando que haya lugar para estacionar. Pero te regala unas vistas impresionantes de la ciudad, no solo del puerto, sino del otro lado, donde asoma el Estadio del Olimpic (en esa época a cargo de Bielsa)
Importa la ciudad
Es un buen lugar para hacer una parada o ingreso a la Provence. Cerca esta el Massif des Calanques, un parque montañoso pegado al mar con vistas maravillosas que termina en Cassis (que será motivo de otra publicación).
También se puede visitar el Chateau d’If, inmortalizado por Dumas en “El hombre de la máscara de hierro”.
Es la tercera ciudad de Francia. Tiene características únicas, quizás es la menos francesa de las grandes ciudades, porque siempre estuvo influenciada por migraciones y culturas que llegaban a su puerto.
Tiene mala fama su seguridad, por eso está bueno ceñirse a lugares conocidos. Sinceramente no tuve ningún inconveniente. Y es muy fácil ubicarse, además de estar acostumbrados a tratar con extranjeros.
Recorriendo la Provence, me parece es una buena oportunidad para dedicarle un día al menos. La ciudad tiene un entorno único, con el mar como protagonista, distinto a sus hermanas mayores, París y Lyon. Como decía el personaje de Depardieu, hay que amarla como es. Por algo salió de aquí la Marsellesa, el hermoso himno francés.