Después de un vuelo descansado, arribamos a Barajas. Sabíamos que algunos llegaban minutos después que nosotros, entre ellos Lucia, por lo que sabíamos que esperándola a ella, encontraríamos al resto.
Las valijas llegaron. Los otros caminantes también y tuvimos la primera fotito mini grupal
Juano arribaba pero en un vuelo intraeuropeo, por lo que estaba en otra terminal. Barajas es grande, así que resultaba imposible coordinar tomar el micro a Atocha juntos.
Pero el Camino, a pesar de nuestro lema, de vez en cuando nos amontona, y Juano y Flor subieron a nuestro mismo micro en la siguiente parada. Creer o reventar.
Nos separamos en Atocha, caminamos hasta nuestro hotel, muy lindo pero terminaron siendo algunas cuadras interminables por las valijas.
Después de muchos años sin visitarla, salimos rápido a patear Madrid. Tan hermosa que no la recordaba. Con el movimiento enorme de un sábado de primavera. Las calles a tope.
Los tres salimos a buscar nuestros chips de datos. Estamos en la era de la comunicación y nos debemos a ella. No resulto fácil, muchos lugares agotados. Yo terminé comprándolo en un tugurio mínimo enfrente de Fnac (funcionaria perfecto y más barato. Phone House – Preciados 23)
De las impresiones de Madrid y de este día mismo, algo conté en Semblanzas del primer día
La primera vez todos juntos
El momento de encontrarnos por primera vez todos se acercaba. Iba cayendo la tarde en la Puerta del Sol y la Plaza Mayor, y en el medio del trayecto entre ambas, estaba nuestra cena esperando en el Museo del Jamón.
Ahí nos empezamos a reconocer algunos y a preguntar quién será ese, en otros casos. Mesas estrictamente de 4. Y como soy el maleable, me mandaron, literalmente, con Leandro y los únicos 2 españoles, Mercedes y Pedro Juan (la pasamos de maravilla). Los primeros chorizos, tortillas y jamones pasaron como agua.
Hubo palabras del Juntador Juano. Acompañadas de lio, como corresponde. Pero estábamos en un sótano.
Un detalle, le devolví el euro que me había prestado para pagar el estacionamiento a Fernanda de Rosario. Supuestamente, cuando la pase a buscar por la terminal de ómnibus en una reunión final en Buenos Aires había olvidado la billetera en casa, cosa que fue mentira al final, por lo que a los 3 minutos de conocerla, le estaba pidiendo plata. Aun hoy me lo reprocha.
Con el cansancio y las ansiedades de la noche previa al viaje en tren, nos fuimos cada una a su hotel a tratar de descansar. Aunque José, Lucía y yo, nos fuimos a cafetear por ahí. Mañana tendríamos horas de viaje para poder recuperarnos.
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Buenisimo post, gracias Hernán
Es volver a caminar de a poco!!!