El día arrancó distinto. Ya no es que tenemos la ansiedad de cómo llevar el Camino. La ansiedad pasó. La cena de anoche tuvo mucho de discusión sobre ajustes a cómo encarar esta etapa. Y va a terminar siendo bueno, porque cada uno a su ritmo va a llegar y más contento, obligándonos además a salir de nuestra zona de confort, caminando con “desconocidos”. Aun los que nos conocemos de antes, podemos entender que el otro tiene otro ritmo.
La mañana además estaba con una fuerte bruma y esta vez, logramos juntarnos para arrancar en grupo la mayoría. Nunca me animo a decir que todos. Y yo empecé saliendo de mi zona de confort de entrada. Es muy divertido ver como te miran. Y vale una aclaración: los marcadores del Camino no tienen un sentido religioso (comentario que ya me hicieron), por lo que la foto de la portada no ofende a nadie.
El tramo tenía un par de kilómetros más que el primero, pero no hubo lluvia. Eso sí, había que desayunar bien porque el comienzo es una rampa de 300 m de desnivel que no termina nunca. Lo bueno son los bosques que rodean ese sendero inicial.
Luego de esa cuesta interminable (que a la distancia no sería tanto), empieza una bajada larga hasta Palas de Rei, el destino final.
Pero hubo un desvío en el camino. Castromayor. Ahí están los restos de un castillo o castro medieval, el Castro de Castromayor (uno le da el nombre al otro). Esas pequeñas líneas de paredes marcan los restos de este Castillo, y como punto más alto de la zona, brinda una vista, incluida la del camino que la rodea, por lo que vale la pena entrar.
Poco después, en Ventas de Narón, hice mi parada técnica de Cola Cao y algún dulzor. Este fue en Casa Molar.
Tuvimos nuestra cuota de la Galicia rural, de animales de granja algo mezclados, y personas mayores acostumbrados a los peregrinos del camino más recorrido de todos.
Los símbolos en las calles van cambiando a veces, y es parte de la distracción ir descubriéndolos.
Una de las vistas de esta etapa es la iglesia de Areixe, dedicada al Apóstol, con su correspondiente cementerio y cruceiro.
No faltaron tampoco los cruceiros y hórreos. La conservación de estos está promovida por la Xunta de Galicia, ya que son particulares características de la región. Y los hórreos en muchos casos siguen siendo usados en las fincas.
En la entrada de Palas de Rei (por un palacio que no llegue a ver), está la Iglesia de San Tirso, de las mayores que veríamos a lo largo del camino.
La cena fue en la Pulpera el Caminante, y por supuesto, hubo chupito y cafecito. Las costumbres se adquieren rápido.
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